martes, 9 de febrero de 2016

MAD MAX FURY ROAD — ¡A LOS OSCAR!

Pues haya suerte, maestros, Vaya que sí
He leído la información por ahí, dejándome pasmado. Especialmente, porque compite, parece ser, por los premios grandes. No está en las categorías técnicas, que suelen considerarse de menor trascendencia (ahí vemos la nueva entrega de STAR WARS).

¡Impresionante!, teniendo en cuenta tanto la temática como el légamo del cual procede el personaje. Sucederá que aspirará a mucho y terminará siendo “la gran derrotada”, como otras tantas que presumían de dispuestas a ventilarse los Oscar y fueron “las grandes derrotadas”. Pero a la médula. Mad Max era una producción ‘indie’ (como “postureo”, otro palabro de moda —en Fotogramas, decían que procedía de “indígena”, no de “independiente”—) australiana (¿en Australia hacen películas?, era la pregunta a hacerse “en aquellos entonces”) que impresionó a la crítica y la Sociedad, lanzando al star system a MEL GIBSON.

THE ROAD WARRIOR fue el apoqueclipse total. Sentó escuela. Hasta la saciedad ambos filmes se han visto reproducidos, con peor suerte, en producciones ínfimas o de calidad mínima-nimia, como mucho.

Fotograma que delata lo barroco de la nueva entrega; en
realidad, una reconstrucción del personaje, parece ser
Mad Max es la historia, apoqueclíptica, de un misántropo arisco en busca de gasolina. No desarrolla esos factores emocionales, interpretativos, o artísticos, a los que la crítica que concede los Oscar suele encandilar. Relata sobre bajas pasiones, supervivencia, estériles páramos, una actuación limitada a lo visceral del entorno.

Y ahí está: en la cumbre del cine; rozándola, cuando menos. Saliendo casi de la nada, es un elemento clave de la CultuPop, que ‘amenaza’ aturdir los Oscar con el estruendo de motores trucados y personajes extremos que, con dificultad, pueden negar su procedencia de la historieta. Eso me agrada; me llama la atención, esencialmente. De la historieta.

Un recuerdo para quien lo inició todo
De ese recurso narrativo despreciado por las autoridades clasistas y excluyentes que suelen merodear el entorno olímpico de quienes conceden los Oscar. Quizás sea un guiño; quizás, el reconocimiento al Noveno Arte, del que tanto TANTO debe el cine. Tal vez, una extravagancia.

Pero: ahí está. Nuestra producción indie, pese al talento soterrado que tiene y nunca ve la luz, no llega a tanto. Sirve un estofado de marujeo y bujarroneo y alguna cosa cómica cuya gracia puede verse aun forzada, e intérpretes que no actúan, sino hacen Propaganda política para demostrar que grandiosos son.

Envidia, en efecto. Porque Australia está en el culo del mundo, por así decir, y nosotros, ¡la riqueza de la interpretación!, ¡el arte, el talento!, encostrados en Europa, a un salto de charco de Norteamérica, no logramos esos hitos. O son mínimos-nimios. Entre frívolos e insustanciales. ¿No produce envidia, la circunstancia?